Incluso antes
de la muerte de Caravaggio en junio de 1.610, el germen artístico caravaggista
ya se había inoculado, a su pesar o no, en bastantes pintores de la época,
especialmente jóvenes, tanto en Roma –Manfredi, Gentileschi (padre e hija), Serodine
y otros-, como en Nápoles, por ejemplo Battistello Caracciolo, y Carlo Sellito
por decir dos de los más importantes de esa primera influencia napolitana.
Caravaggio estuvo dos veces en Nápoles y allí pintó varias obras maestras.
Pero, como ya apuntamos en la entrada de fecha 25-7-12, fue Ribera, “El
Españoleto”, caravaggista de pro en su fundamento, pero con fuerte personalidad
artística, el que, con su traslado de Roma a Nápoles en el verano de
1.616, y en los años sucesivos, haría
girar en torno a sí una pléyade de pintores a cada cual más interesante. Y el centro
de ese fenómeno artístico fue su taller napolitano.
Antes de
comentar sobre el taller y sus integrantes, resulta preciso poner previamente
sobre la mesa un comentario sobre la biografía de Ribera que siempre me ha
llamado la atención.
Ya
dijimos que la razón “oficial” del
traslado de Ribera a Nápoles fueron las deudas contraídas, así lo menciona
Mancini, que era coetáneo y lo dejó escrito, y aunque eso no lo dudamos, sí que
es muy posible que no fuera la única razón. A algunos, diversos hechos
objetivos nos hacen pensar que pudo haber más razones.
Muy poco
tiempo después de llegar Ribera a
Nápoles, contrae matrimonio con una jovencita de 16 años llamada Caterina
Azzolino, hija de un pintor y escultor napolitano de cierta importancia en la
ciudad, esto es, el 10 de noviembre de 1616, hacen capitulaciones matrimoniales –acuerdos matrimoniales por escrito-, y en
alguna fecha no determinada entre el 11 de noviembre y el 25 de diciembre, es
decir en pleno invierno y casi en Navidad, se casan. El padre de la novia,
Bernardo Azzolino, tenía un taller consolidado.
Y ahora
empiezan las preguntas ¿Era una boda arreglada de antemano donde la novia, como
mujer, no “pintaba” nada? ¿Por qué tanta prisa en casarse? ¿Por qué en
invierno? ¿Por qué no esperar al menos a la primavera siguiente? No se
comprende muy bien la causa de que a poco más de tres meses de la llegada de
Ribera a Nápoles ya se casara.
Como sabemos
por Mancini, Ribera “conocía” bien a las mujeres pues frecuentaba el ambiente
del “puterío” y es posible que tuviera relaciones o dejara preñada a la
jovencita Caterina, (como es sabido, esa es la razón más común por la que se
adelantan las bodas). Sin embargo, esta hipótesis no se podrá confirmar como ya
veremos.
Por otra
parte, el matrimonio con Caterina hace que Ribera, un pintor de cierta
importancia ya en ese primer momento, acceda a un taller al que está llamado a
hacerse cargo. Esta circunstancia,
allana grandemente el camino a un pintor recién llegado. Pintor “fiero”, en
palabra de Mancini, y con ganas de ser para todos, desde luego para sí, ya lo
era, el número uno de la pintura, desaparecido el Caravaggio.
Lo cierto es
que el primer hijo de Ribera de nombre Antonio Simone (que no se dedicó a la
pintura), no es bautizado hasta el 18 de enero de 1.627 ¡Nada menos que tarda
Ribera unos 11 años en tener su primer hijo! ¿Qué pasó? No es normal que un
matrimonio del S XVII, tuviera su primer hijo once años después de casarse, a
no ser que hubiera problemas. No he encontrado ni una sola referencia en toda
la literatura sobre Ribera, sobre estas cuestiones, lo que hace que la
biografía de Ribera no esté ni mucho menos terminada. No sé qué pasó en el
matrimonio durante ese período de once años. Ribera no se marchó de Nápoles, al
menos por mucho tiempo, así que intuyo, que se pudieran dar dos tipos de
problemas, primero, problemas físicos para engendrar, quizá alguna enfermedad
de Caterina, (se tiene constancia de una enfermedad grave de Ribera en sobre la
mitad de los años cuarenta, pero no en esa época), o abortos; y segundo,
problemas de desavenencias, las cuales no constan tampoco. A partir de 1.627
tuvo seis hijos (tres chicos y tres chicas), de los que ninguno se dedicó a la pintura.
¿Y qué importancia
tiene todo esto para el arte de la pintura? Aparentemente ninguna, pero hay un
nuevo hecho que me da lugar a interpretar que el taller de Azzolino, como
taller consolidado en la ciudad de Nápoles, hubiera podido potenciarse por la
presencia de Ribera.
En esa época
el principal comitente de Ribera era, nada más y nada menos, que el Duque de
Osuna, poderoso señor español que era embajador en la Santa Sede, y quien poco
antes de que llegara Ribera a Nápoles, fue nombrado Virrey de Nápoles. Lo que
no sólo hace pensar que ésta fue una razón poderosa para el traslado, sino que
también probablemente pudo tener incidencia en el conocimiento de Bernardo
Azzolino, no descartándose algún viaje breve a Nápoles en el que Ribera
conociera a Caterina, de tal guisa que, Bernardo pensaría, que Ribera, un joven
y talentoso pintor, con encargos del Duque, convenía tanto a su taller como era
un buen partido para su hija.
¿Y qué cosas
pintaba Ribera durante estos años?
Pues para el
Duque de Osuna una serie de cuatro cuadros de santos: uno de martirio de San
Bartolomé bastante espeluznante, que pueden ver en mi entrada de 19-6-12; un
San Sebastián, un San Jerónimo y el Ángel del juicio, y un San Pedro Penitente.
Sobre la
datación exacta de los cuadros hay ciertas discrepancias entre los expertos,
pero aunque a mí me interesan mucho, no les voy a cansar con sutiles
interpretaciones.
Además, un
poco después, y por encargo de la esposa del Duque de Osuna, pintó el llamado
“Calvario” en 1.618. Todos estos cuadros estaban destinados a la Colegiata de
Osuna (Sevilla), que actualmente hay que visitar.
En este cuadro
me llamó mucho la atención la figura de María Magdalena a los pies de Cristo
crucificado. Esos ropajes brillantes, como para incidir más en la idea de
cortesana, pero ella está abrazando la cruz, y parece inminente que bese el pie
taladrado de Jesucristo. Pero lo realmente llamativo y común con el siguiente
cuadro es su pelo, muy largo, pelirrojo diría yo, brillante. Un cuadro grande
de más de tres metros de altura, de máxima calidad artística, se nota que
Ribera no quería dejar insatisfecha a la duquesa con el encargo.
Otro de los
grandes señores que en ese momento daban carga de trabajo a Ribera era el
príncipe genovés Marcantonio Doria, (el mismo que le había encargado a
Caravaggio el cuadro “El Martirio de Santa Úrsula” que se encuentra en Nápoles),
que le hizo un encargo de cuatro cuadros de evangelistas, del tal encargo sólo
queda uno, -San Mateo y el Angel-, y está en Chile, (si algún amigo/a chileno
me pudiera mandar una foto original de ese cuadro le estaría agradecido). Otros
cuadros más para ese señor Doria, han
desaparecido pero sí que está identificado uno, se trata de una “Piedad” o
también llamado “Lamentación sobre el cuerpo de Cristo muerto” que se encuentra
en la National Gallery de Londres.
En este cuadro
la Magdalena que nuevamente casi está a punto de besar los pies de Cristo, parece la misma modelo que en el “Calvario”,
y su pelo largo, dorado, quizá más rubio, seguro que no dejó indiferente a las
gentes de la época, añade un plus de ser algo especial con respecto al pelo moreno
de las italianas, españolas y de países del sur en general, más acentuado en aquella
época. El cuerpo de Cristo, ligeramente oblicuo por efecto de quien lo
incorpora es un acierto más, pues gana en presencia. A ninguno de las figuras
se le ve el blanco de los ojos, sin embargo están llenas de expresión,
sobretodo la de la Virgen. Se me fue la vista enseguida al ver el cuadro, al
exuberante drapeado con sus luces y sombras, que sin duda trató Ribera de
impresionar a quien lo encargó, y a todos los que posteriormente vieran este
cuadro. No me resulta descabellado sugerir que el modelo de Cristo es el mismo
también que en el de Calvario.
Sobre el
“Calvario” y esta “Lamentación” pueden consultar todos los datos y comentarios
expuestos con suma claridad por Gabriele Finaldi, en el muy recomendable y ya
recomendado libro “El joven Ribera”, pero si alguien quiere profundizar todavía
más en el tema de las piedades de Ribera, y tiene la suerte de encontrarlo,
recomiendo el magnífico estudio también de Gabriele Finaldi y otros autores
sobre “Ribera, La Piedad”, edición del Museo Thyssen-Bornemisza del 2.003.
El Duque de
Osuna y Doria son los comitentes más importantes durante estos primeros años de
Ribera en Nápoles, pero hubo otros no tan importantes. Así, que el incremento
de encargos fue grande, por lo que el taller de Ribera es lo que ha centrado y centra mi atención. Ya en alguna ocasión en
este blog, he comentado que el taller o estudio del pintor en aquella época no
era algo con que conlleve un concepto tan individual como ahora. No era el
lugar donde el solitario pintor se piensa concienzudamente su próxima
pincelada. El taller de entonces, y el de Ribera no era una excepción, era un
centro de producción y aprendizaje, -que en este caso concreto tuvo la
consecuencia artística de expandir el caravaggismo-, y por tanto un negocio.
Ese negocio debía dar de comer a los pintores y a sus familias, muchas bocas. También,
por supuesto, debía cubrir los gastos de producción, (colorantes, madera,
lienzos, modelos, etc.), y permitir
vivir lo mejor posible, a los integrantes del taller. El taller era por tanto más importante, cuanto más importante
era el pintor maestro, y el de Ribera fue el más importante de Nápoles durante
mucho tiempo.
Se dice que
era proverbial la velocidad con la que pintaban tanto Caravaggio como Ribera,
como Luca Giordano. También se ha dicho de otros pintores. Eso no es tan
extraño. Estos pintores no estaban para perder el tiempo. Primero porque los
cuadros tenían fecha de entrega –se solía cobrar en parte por adelantado-; y
por otro lado, porque había bocas que alimentar, y facturas que pagar. Debían
de dar satisfacción al cliente, y lo más rápido posible. Pintaban durante
muchas horas, de la salida del sol a la puesta de sol, pues la luz de las velas
o candiles es muy mala para la pintura y la vista. Así que el taller daba de
comer a mucha gente, y si la demanda era grande, los integrantes del taller
debían ser varios o bastantes.
En muchas
ocasiones sucedía que Ribera pintaba un cuadro con éxito, y si no tenía
categoría de exclusividad era reproducido en el mismo taller, eso es lo que
sería una copia de taller, que podía ser terminada por el propio maestro. En
otras ocasiones, un cuadro podía ser copiado fuera del taller con o sin
autorización (plagio), e incluso años después de haber sido pintado el
original. Esas son las causas por las que hay varios cuadros iguales o muy
parecidos a los de Ribera, incluso copias firmadas por el propio Ribera que no
son originales. Si ya es difícil clasificar los originales por los expertos, el
asunto se complica con discernirlos de las copias de taller y de las copias no
de taller, si a eso añadimos, que algunas veces se tiene la copia, pero no aparece
el original, o se duda de cuál es el original, se pueden imaginar…
¿Quiénes
estaban en el taller? Hablando en
general, pues el maestro, en este caso Ribera, y otros pintores con experiencia
y los aprendices. Entre estos, estaban los que con un gran talento, adquirían
conocimientos, y tenían el anhelo, muy natural, de poder tener algún día su
propio taller, aunque eso estaba en función de tener los encargos suficientes,
y eso a su vez dependía, por un lado de la fama del pintor, y por otro, de un
tejido de relaciones que sólo se podía dar más allá del propio taller.
No es fácil
decir quiénes, en concreto, estuvieron en el taller de Ribera. De hecho muchos
tratados obvian este asunto, o tocan el asunto muy tangencialmente. Para
empezar, no es fácil decirlo, porque la carrera y el taller de Ribera se
dilatan mucho en el tiempo, por lo que la composición de los componentes del
taller debió ser muy variada a lo largo de los años de 1.616 al 1.652 en que
muere Ribera.
Soy muy
respetuoso con las copias de los cuadros, o dicho de otro modo, con los cuadros
que en los museos dicen ser del “Taller de Ribera” o del “Círculo de Ribera”.
Primero porque no todos los autores, en algunas ocasiones, tienen la misma
opinión sobre si es o no un original; segundo, porque aunque no fuera un
original, yo no sé si a lo mejor ese cuadro, fue pintado en todo o en parte, o
empezado, por ejemplo, por un juvenil Luca Giordano, y terminado por Ribera. En
definitiva lo más importante, – al margen del aspecto crematístico que a mí no
me interesa nada-, no es el nombre a etiquetar, sino si artísticamente el
cuadro me seduce o me resulta indiferente.
Está
documentado que en el taller trabajaba el hermano de Ribera, Juan Ribera,
pintor de oficio, totalmente eclipsado por su hermano en la historia del arte.
También trabajaba Antonio Giordano, padre de Luca Giordano –nacido éste en
1.634, es decir, que nace cuando el taller de Ribera ya llevaba unos 18 años
funcionando-.
Yo voy a dar
otros nombres de pintores caravaggistas que quizá no hayan oído nombrar nunca,
y sobre los que no hay mucha documentación,
(básicamente hay que referirla a menciones del historiador Bernardo De
Dominici que las escribe noventa años después de morir Ribera), pero esto nos
servirá para que los conozcamos un poco, los admiremos, y veamos muchas
similitudes, (también hay diferencias como es lógico), con Ribera y de más
lejos con Caravaggio.
Incluso se
dará un fenómeno curioso, como es que entre varios pintores, y en torno al
taller de Ribera, se van a producir relaciones familiares que pondremos
de manifiesto porque son verdaderamente curiosas.
Pasaron por
ese taller de Ribera Francesco y su
hermano Cesare Fracanzano (éste era el hermano mayor). Eso debió suceder sobre el
año 1.622, y sobre 1.630 se piensa que llegaría Cesare, sobre el que hay poco
aclarado, así que lo dejaremos para más adelante.
La figura de
Francesco Fracanzano está algo más perfilada por los expertos, no obstante, en
bastantes ocasiones, la pintura de su etapa más influenciada por Ribera ha
confundido la autoría de algún cuadro entre Fracanzano y Ribera.
Trató Francesco,
al igual que el maestro muchos temas comunes, los religiosos por supuesto, ( santos,
y otros temas bíblicos), los filósofos, etc., pero destaca para mí el tema de
bacanales que sale en un poco de la repetitiva temática religiosa. Y así,
tenemos el divertido triunfo de Baco que está en el fabuloso Museo de
Capodimonte en Nápoles:
También vale
la pena y pueden consultar la atribución a Francesco Fracanzano de un “Baco ebrio” y bastante desvergonzado en http://www.arteantica.eu/opera-arte/fracanzano-francesco/Bacco-ebbro_0000052773.html
con unos contrastes de luz fabulosos y al fondo unos tonos calientes muy
atractivos, si bien yo no recuerdo haber visto este cuadro.
Pero la obra
magistral sobre el tema de Ribera es “Sileno Ebrio”, que está en el Museo de
Capodimonte en Nápoles, como no. Ese Baco panzudo, al que le sirven otra copa
más, y que está rodeado de símbolos y de unos seres extraños de orejas picudas.
Este es un cuadro de 1.626 que entronca con el tema en Caravaggio expresado en
un registro menos procaz de… casi 30 años antes. Véase la entrada de fecha
15-10-11 para ver cómo retrató a su amigo Mario Minniti como Baco.
Saludos. Continuará.
José Luis
Cestero (nobiliano@gmail.com)
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