En el anterior comentario del blog nos ocupaba el cuadro “El Prendimiento”, veíamos a ese hombre a la derecha que iluminaba la escena y estiraba un tanto el cuello, como para cerciorarse de cuanto allí estaba sucediendo con la luz que proporcionaba. Pero lo sabía perfectamente. Y tanto. Ese hombre era Caravaggio. Es uno de sus magníficos autorretratos. Pero… ¿Cómo era ese hombre? O quizá mejor… ¿Cómo lo veo yo cuatro siglos después de su muerte?
Caravaggio era lo que yo llamo “una mente compleja”. Desechen cualquier reduccionismo, cualquier frase simplista sobre él. Ustedes podrán encontrar recortes periodísticos con etiquetas de que era un hombre violento, que era un homosexual, que era un asesino, etc. No se queden con nada de eso solamente, porque Caravaggio era algo de eso y no era al mismo tiempo, y era muchas otras cosas más.
No demos un solo paso más sin antes pensar: ¿Por qué estamos hablando de él? Estamos hablando de él porque era un genio de la pintura. No perdamos eso de vista. Su personalidad compleja, como por ejemplo, la de otro genio cual era Goya, se trasluce cada vez con más claridad a medida que vamos sabiendo y deduciendo sobre su vida y también su obra. Su personalidad sin la pintura podría interesar a un psicólogo o psiquiatra, pero a nosotros no nos interesaría. Sólo su relación con el arte pictórico nos atrae. Hace bastantes años ya, el psiquiatra y escritor Juan Antonio Vallejo-Nágera publicó un libro titulado “Locos Egregios”[1] en que comentaba y estudiaba el perfil psicológico de personas importantes en la historia, y entre otros, el de Caravaggio. Concluía con la observación de rasgos de psicopatía. Así Caravaggio sería un psicópata explosivo de características epileptoides.
Bien, la posibilidad de daños cerebrales en nuestro protagonista no es nada desdeñable, y puede que vinieran de lejos. Me explico: Sobre 1592 se sabe por Mancini que Caravaggio fue ingresado en el Hospital de la Consolazione de Roma, pues había sufrido la coz de un caballo y se le había hinchado mucho la pierna[2]. Muy poco se sabe de este suceso. Allí, en el hospital, se dice que pintó varios cuadros, por lo que debió estar ingresado bastante tiempo. El asunto llama la atención escasamente a los biógrafos, sólo para decir que tras esa estancia no vuelve al estudio del pintor Giuseppe de Cesari (El Caballero D’Arpino), y su hermano Bernardino de Cesari. Pero a mi me llama la atención que en ese momento Caravaggio, un hombre bastante joven, estuviera tanto tiempo ingresado, y para mí la razón no explicitada, y es bastante claro, que, o tuvo una fuerte infección a consecuencia de la herida o tuvo una infección previa, o intrahospitalaria. ¿Por qué estuvo tanto tiempo? ¿Pudo tener una gangrena? ¿Quizá meningitis, que puede, si se supera, dejar secuelas neurológicas y/o sordera? ¿Especulaciones? Sin duda, pero en el estudio de Caravaggio advierto un deterioro progresivo y constante de su personalidad. Poco tiempo después de salir del hospital pintaba así:
Y al final de su vida pintaba así:
De colores más claros y temas picaros y amables a lo oscuro, torturas y martirios al final de su vida. La diferencia está clara. Y más que podríamos decir. Es solo una posibilidad, pero que tuviera su conducta desordenada y agresiva posterior, un origen patológico, no es nada desdeñable en mi opinión.
Ni esperanza ni miedo (Nec spe nec metu)[3]. Esto llevaba grabado en la espada Caravaggio. Quedé fascinado cuando la leí por primera vez. ¡Qué profundidad la de Caravaggio! Pero no, dicha frase o lema fue acogida por muchos en su época. Una reafirmación del deseo de vivir al límite. Muy interesante, pero ya lo llevaba Felipe II como divisa. Felipe II líder hegemónico mundial en su tiempo, y al que Caravaggio seguramente detestaba por español e invasor, pero que al mismo tiempo imitaba vistiendo a la elegante moda española del negro y blanco con delicados terciopelos.
El lema Nec Spe Nec Metu fue utilizado por Seneca muchos siglos antes y él lo tomó de algún filósofo estóico como Hecatón. Nada nuevo bajo sol (Nihil novi sub sole), otra frase hecha que diría yo.
El lema Nec Spe Nec Metu fue utilizado por Seneca muchos siglos antes y él lo tomó de algún filósofo estóico como Hecatón. Nada nuevo bajo sol (Nihil novi sub sole), otra frase hecha que diría yo.
En el transtorno explosivo intermitente que Caravaggio seguramente padecía, el sujeto deriva fácilmente a la ira, y suele haber un posterior arrepentimiento o autorreproche. Como no interpretar el suceso relatado por Francesco Susinno más de cien años después de la muerte de Caravaggio cuando decía que le ofrecieron agua bendita para la reparación de pecados veniales, y él la rechazó por innecesaria, porque los suyos no eran veniales, sino que eran mortales. Como algunos autores piensan, y yo modestamente también, Caravaggio buscó al final un perdón, no sólo a un homicidio, en el que por cierto, podía perfectamente haber sido él el muerto, no lo olvidemos, de hecho fue herido de cierta gravedad, un perdón, como digo, general a lo que había sido su vida.
Caravaggio fue emocionalmente inestable. Lo que considerase una agresión, recalco lo que él considerase como agresión, podía derivar rápidamente en insultos, en una pelea o en sacar a relucir las armas. Vean sino este suceso que sigue.
Una cuestión alcachofas:
Una cuestión alcachofas:
Imaginen que están ustedes en una taberna romana, primeros años del siglo XVII, y en la mesa de al lado usted oye una voz insolentada que le dice al camarero “¡Maldito cabrón! ¿Te crees que estás sirviendo a un palurdo?”[4] Acto seguido quien decía ese insulto tomó el plato y se lo tiró a la cara al camarero, y le hirió en la mejilla. Ese era Caravaggio. El conflicto surge porque Caravaggio pregunta al camarero sobre cuáles de las alcachofas servidas en el plato habían sido guisadas con aceite y cuáles con mantequilla. Pietro el camarero, dice que le contestó “huélelas y lo sabrás fácilmente”, sin embargo, un testigo dice que cogió del plato una alcachofa (¡!) y se la llevó a la nariz para olerla. Evidentemente Caravaggio explotó. Sobre si Caravaggio tomó la espada cercana o no, existen divergencias porque el camarero denunció que sí salió el acero a relucir, y un testigo dijo que no lo vio. A mi no me extrañaría que sí, dado que es muy normal que Caravaggio tomara o hiciera ademán de tomar la espada como diciendo “ …y ahora, si te atreves, contéstame”. La denuncia no prosperó. Mejor a la larga para el pobre camarero Pietro. Caravaggio tenía entonces influyentes padrinos y peligrosos amigos.
Otra de las posibles causas de su agresividad y extraño manejo se ha querido buscar en el uso de sustancias utilizadas en los talleres de pintura con compuestos tóxicos que dañan el cerebro. Esto no es nuevo, se ha dicho en muchas ocasiones. Yo creo que en todo o en parte esto tiene responsabilidad. En aquel tiempo no se tenía ni idea de problemas generados por mercurio o por plomo u otros metales. Los colores, eran piedras, polvos. Se machacaban, se molían. Eso producía polvo que se respiraba, además, se mezclaban aceites y se añadía sustancias de cohesión, incluso secretas, porque a todos los pintores les gustan tener sus “trucos”. Además, los pintores profesionales caravaggistas, pese a que por lo general todos trabajaban bastante deprisa[5], se pasaban muchas horas pintando al día, pues debían satisfacer los encargos en los plazos contratados, y se comprometían a veces más de lo que podían.
Esto último me lleva a otra de las características de la personalidad de Caravaggio: era un hombre bastante concentrado en lo que se proponía. Cuando pintaba no paraba, cuando se iba de “jarana” por los barrios bajos, estaba de fiesta y no pintaba, claro que me temo que esto debió tener algunas o muchas excepciones sobretodo en las noches veraniegas romanas.
Si reconsideran de nuevo el incidente de las alcachofas, me gustaría hacerles notar lo que yo entiendo como un aspecto capital en el entendimiento de la figura de Caravaggio: él siempre quiso ser importante. Y no lo disimulaba. El quiso ser un caballero. Nada original con respecto a lo que podría desear un joven en su época. No sólo era una cuestión de dinero. Caravaggio con algunos cuadros llegó a ganar bastante dinero, aunque probablemente lo perdiera en gran parte en apuestas y juegos. Lo primordial es que se le guardara lo que él entendía por el debido respeto. No soportaba la falta de respeto. Eso de los demás hacia él, y de él a los demás, pretendía proyectar mediante signos externos que era merecedor de dicho respeto, así el tener criado, el llevar una buena espada, un buen traje negro, etc... pero los pintores gustaban además de lucir una cadena de oro. Que Annibale Carraci hubiera recibido una cadena de oro por sus obras en el Palacio Farnesio, quizá tenía un pase, porque Carraci era un pintor extremadamente bueno, pero que le hubieran dado una cadena de oro a un pintor tan mediocre como G. Baglione eso, le comía las entrañas por la envidia. Sólo casi al final de su vida, en Malta, Caravaggio fue recompensado con una cadena de oro por el gran maestre Alof de Wignacourt cuando se hizo caballero de la orden de Malta y ello tras pintar el colosal cuadro La degollación del Bautista, del que hablaremos en otra ocasión más extensamente.
Aquí pueden ver el prototipo de caballero pintado por Caravaggio. Se trata del mencionado Alof de Wignacourt. Cuadro que se encuentra en el museo de Louvre en París. Sólo llamaros la atención de que al margen de la coraza dorada, la presencia de un paje que sostiene el casco con plumas realza todavía más la grandeza del personaje retratado.
Lo dejo aquí por ahora, y espero poder seguir profundizando un poco más en una tercera parte en esta personalidad del genio llamado Caravaggio.
J. Luis Cestero (nobiliano@gmail.com)
[1] Editorial Planeta, Primera Edición de 1989. Si encuentran este libro, no lo duden, cómprenlo.
[2] El asunto no queda del todo claro, de hecho Robb traduce las palabras de Mancini “…fue atacado por una enfermedad…”
[3] Otras veces se encuentra traducido por “Sin esperanza sin miedo” e incluso otras formas. Se puede ver en internet un completo trabajo de la profesora de la Universidad de A Coruña, Dª Sagrario López Poza sobre esta máxima o divisa.
[4] Es una traducción mía un tanto forzada porque como agudamente indica Graham-Dixon la palabra de jerga “barone” (barón), en ese momento, tenía un sentido peyorativo como de “un individuo estirado que piensa que tiene gusto, pero no lo tiene” pag, 301 de su libro “Caravaggio. Una vida sagrada y profana”………………………………………………...
[5] Era proverbial la velocidad pintando de Ribera y de Luca Giordano (Lucas Jordán en España) entre los caravaggistas destacados, además de otros.
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